lunes, 17 de enero de 2022

CUATRO MIL CUATROCIENTOS NOVENTA Y TRES

 





Es fantástico lo que se aprende con los documentales, no con todos pero cuando acierto con algunos casi me desmayo de gusto.

Me ha costado seguir viendo lo que me faltaba de Antonio Muñoz Molina pero reconozco que he aprendido con él y que no me ha quedado más remedio que transigir con su difícil estética.

Luego he visto la mitad, también de un equipo de tres arquitectos catalanes muy influenciados por la exquisitez japonesa, con los que me he identificado mucho y me ha encantado comparar la diferencia entre un artista que trabaja en soledad, como yo o como Antonio y un equipo que enriquece muchísimo la labor de conjunto, el resultado es magno, mucho más que tres personas, es algo inmenso, simplemente tres personas se juntan, hablan, ponen sus ideas sobre la mesa y el resultado es algo extraordinario.

No hay que darle más vueltas, es un hecho constatado, el trabajo de equipo es muy enriquecedor, no obstante a veces hay personas, entre las que me encuentro a quienes el placer de trabajar en soledad es algo necesario.

He trabajado bastante en equipo y ha sido y es muy bonito pero no reniego de la soledad de mi estudio.

Me ha dado envidia Muñoz Molina cuando escribía una columna semanal en un periódico y de pronto he comprendido que eso es algo parecido a lo que yo hago con el post de mi diario en Facebook, una gozada.

Me he gustado la libertad con la que habla Muñoz Molina de la escritura, me ha dado alas.

Leí con interés el libro que escribió Elvira Lindo sobre su estancia en Nueva York con él, me quedé con ganas de leer más cosas escritas por ella, en cambio de él solo leí "Un invierno en Lisboa y me costó.

Hay momentos para leer a unos autores o ver ciertas películas o disfrutar de ciertos paisajes, gracias a dios cada día se presenta diferente.







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