lunes, 29 de junio de 2015

Un encuentro inesperado


CINCO


(continuación de Berta Belausteguigoitia)



Berta se había encaprichado de un jovenzuelo que conoció una de esas noches que se quedaba por ahí porque no le apetecía ir a casa.
No se sabe bien como terminó el encuentro pero lo que sí supieron los amigos del pipiolo es que al final se había quedado con Berta.
Y lo peor de todo es que a partir de esa especie de aventura medio romántica, se había encaprichado del chavalín e intentaba coincidir con él, lo cual no solía suceder, pero si tras una búsqueda exhaustiva le vislumbraba en la distancia, el susodicho huía despavorido.
Ella no se amilanaba, estaba demasiado acostumbrada a luchar para conseguir todo lo que deseaba.
Sabía que si lograba estar con él una vez más, la conquista estaba garantizada.
Además, no tenía prisa.

Berta tenía la capacidad de no dejarse distraer por menudencias cuando se trataba de sus finanzas, por lo que cuando recibió una carta en la que era requerida en París para hablar con el director de un banco, ni corta ni perezosa y disfrutando con la idea de conducir su BMW último modelo, se lanzó a la carretera.
Hizo el viaje de una tirada.
No se le había perdido nada en el camino.
Llegó a París anocheciendo y fue directamente a su hotel predilecto donde había reservado una habitación.
Tenía por costumbre hospedarse en “l´hotel”, en la calle de las Bellas Artes, que es uno de los lugares mas exclusivos de la capital francesa.
Es encantador, decorado con un gusto exquisito adecuado para gente muy sofisticada.
A Berta no le hubiera sorprendido encontrarse allí con Frank Sinatra o con Grace Kelly a los que había visto en otras ocasiones, pero ni por un momento se le pasó por la imaginación que pudiera toparse con el padre del objeto de sus deseos.

Ignacio Iturriaga era un empresario que se había hecho rico y famoso gracias a su iniciativa en  la creación de empresas importantísimas en las que daba trabajo a miles de personas.
Berta estaba al tanto de los éxitos de Iturriaga, no solo porque eran de todos conocidos sino también y sobretodo porque era el padre de su reciente obsesión, el señorito Nacho Iturriaga.
Tuvo que hacer un esfuerzo para disimular su sorpresa cuando se lo cruzó en el hall del hotel y mucho mas esfuerzo cuando se le acercó y amablemente le invitó a cenar esa noche.
Berta estaba tan desconcertada que accedió sin darse cuenta de lo que estaba pasando.
Había oído hablar de la valía del industrial y le admiraba.
Solo se conocían de vista.
Nunca se habían tratado y pensó que podría ser divertido cenar con él.

A la hora convenida se encontraron en el bar del hotel y enseguida pasaron al comedor donde les esperaba una conversación que se le quedaría grabada para el resto de su vida.
Iturrriaga no se anduvo con chiquitas.
Tomó las riendas de la situación y ni siquiera permitió que Berta dijera lo que quería cenar.
Comentó como de pasada que ya había ordenado lo que iban a tomar y que no quería perder el tiempo.
Suavemente, sin levantar la voz y con una actitud seria que no tenía nada que ver con el amable saludo que le había hecho por la mañana, entró en materia directamente diciendo:

No quiero que vuelvas a ver a mi hijo.
Es un chico joven que está en pleno proceso de maduración y no le conviene distraerse de sus estudios.
Mucho menos con una mujer como tu que puede volverle loco”.

Berta le miraba estupefacta mientras Iturriaga hablaba:

Hace unos días que le he notado cambiado, estaba distraído y no me gustaba su actitud.
No he necesitado apretarle demasiado las tuercas para lograr que cantara”.

Berta se quedó muda.
No se le había ocurrido que la conversación pudiera tomar esos derroteros.

“Espero que lo hayas entendido y que no tenga que volver a decirte algo parecido”.

Siguió hablando como si tal cosa y comiendo.
Berta hizo de tripas corazón y haciendo alarde de una entereza que no sentía, le siguió la conversación como si lo que allí estaba ocurriendo fuera la cosa mas natural del mundo.
No tomaron postre ni café.
Era evidente que ambos estaban deseando que la entrevista terminara cuanto antes.

Iturriaga estaba encantado.
Desde el momento en que supo el motivo del desasosiego de su hijo había estado tramando la manera de poner fin a ese estúpido juego cuyas consecuencias eran imprevisibles.
Las circunstancias vinieron en su ayuda ya que tenía gran amistad e importantes negocios con la persona que motivó el viaje de Berta a París. 
No necesitó entrar en detalles.
Solo mencionó sus deseos.
Un poco mas difícil le resultó enterarse del hotel al que acudiría Berta puesto que no está relacionado en absoluto con los hoteles que frecuentan los hombres de negocios pero su esposa que era una mujer moderna y muy sociable le puso sobre la pista.
Todo se había desarrollado como lo había imaginado.
No olvidemos que estaba acostumbrado a lidiar con asuntos de gran envergadura.

A Berta le había sorprendido que le hicieran ir a París para algo que se hubiera resuelto con una llamada telefónica, pero accedió sin hacer preguntas porque la idea de estar unos días en París le resultaba atractiva.
Sin embargo, en el momento en que logró zafarse del señor Echevarría, lo único que deseaba era volver deprisa a Bilbao para poder desahogarse con su amiga contándole lo sucedido.
No había mucho que comentar ya que todo había sido rápido, simple y concreto.

¿Significaba eso que la posible aventura había terminado antes de empezar?.

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