lunes, 10 de agosto de 2020

CUATRO MIL OCHENTA Y SIETE









He encontrado en Facebook un collage de Oteiza que me ha sorprendido, no solo porque es maravilloso, neto, limpio y perfecto sino porque no lo recordaba.
Me ha inducido a pensar en que la escultura que más me ha gustado de toda una vida metida en el mundo del arte era de Oteiza.
Sucedió en una colectiva, creo, en el museo de Bellas Artes de Bilbao, el que está en el parque de doña Casilda Iturrizar.
Se trataba de un estudio sobre las curvas y el vacío cuyo material empleado era solamente una lata de atún redonda y pequeña.
Me impresionó tanto que no pude seguir viendo el resto de las piezas.
Si fuera un poco exagerada diría que padecí un Stendhal.
Ya comenté hace un par de días cuando vi la película de Gracia Querejeta "Invisibles" que lo que más me gusta del mundo es hacer algo con nada, es decir sacar provecho a lo que se tiene a mano, tanto si es una idea o un objeto abandonado como una lata de sardinas, es el cambio de perspectiva, es dar la vuelta al calcetín y de algo que ya no existía, conseguir lo contrario.
Eso es lo que considero arte en estado puro.
De la misma manera que las personas que saben cocinar son capaces de hacer platos maravillosos con lo que encuentran en la nevera, no se les pone nada por delante.
Eso se puede hacer con todo, es cuestión de sacar brillo a cada instante de la vida, la oportunidad está ahí mientras estamos vivos, siempre.











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