viernes, 14 de agosto de 2020

CUATRO MIL NOVENTA









Hoy he salido, algo que hace tiempo que no hacía y lo he pasado bien pero me he cansado, al volver a casa he echado una siesta larga y eso que hace ya mucho tiempo que no pruebo el vino.
Carlos me ha invitado a comer en el Marítimo y después hemos ido a tomar café al bar de Zampa a quién hacía tiempo que no veía.
Me ha encantado verle, aunque dice que le preocupa la marcha del bar a causa de la pandemia, le he notado muy contento y con un humor excelente.
Me ha contado novedades, es una persona que tiene gran energía y nunca está cansado.
Le gusta hablar y exagera bastante por lo que resulta divertido, me he reído, falta me hacía porque estando tanto tiempo sola me cuesta reírme aunque reconozco que cuando vi la película de Michel Houellebecq y Gérard Depardieu me reí bastante, sobre todo al principio.
A pesar de que en casa soy muy cuidadosa con la comida, cuando salgo me olvido de la macrobiótica y no se me ocurre pedir una chuleta pero no rechazo una merluza rebozada.
Con Carlos siempre estoy a gusto, es tranquilo y podemos estar callados tranquilamente, nos conocemos y estamos a gusto juntos aunque tengo la sensación de que él, a pesar de ser médico sin haber terminado la carrera, no se da cuenta de que una leucemia deja secuelas, por lo menos la mía.
Tengo la sensación de que la gente que no ha tenido cáncer habla con mucha ligereza del tema.
Las pocas personas con las que yo he tratado que han pasado por ese trance y no se han muerto, cuentan que les ha cambiado la vida aunque ahora se encuentran estupendamente bien.
Yo estoy contenta porque me encuentro bien y no tengo más que comparar este verano con el pasado que estuve en el infierno, ahora estoy en el cielo pero todavía no puedo cantar victoria.
No quiero hablar de enfermedades ni de pandemias.
Son temas importantes, imposible negarlo, no obstante hay demasiada belleza en el hecho de estar viva como para entretenerse con menudencias.











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