martes, 24 de agosto de 2021

CUATRO MIL TRESCIENTOS SETENTA Y CINCO

 




Me comunican que se ha muerto mi prima Mariluz del Arenal Moyua.

Le habían cortado una pierna hace dos años y a pesar de que tenía una enfermedad que los médicos no conseguían diagnosticar y por consecuencia tratar, ella no se quejaba nunca, por lo menos eso es lo que me ha dicho su hermana, mi prima Blanca, todas nos llamamos Blanca en la familia por parte de mi madre en honor de nuestra abuela Blanca Maíz Nordhausen.

Cuando yo vivía en las Arenas, en una casa de cuatro pisos y ocho vecinos, llegamos a vivir seis Blancas lo cual no es habitual, es una especie de coincidencia que supongo tendrá algún significado pero nunca me he preocupado demasiado por los asuntos esotéricos a pesar de que en algunas épocas he hecho terapias y he tratado con astrólogos incluso en India que era donde más sabían, aunque la persona que más me impresionó fue un tibetano que conocí en Katmandú y nada más verme empezó a reírse de alegría por hacer encontrado a una persona que estaba en la última reencarnación.

Yo ya sabía eso porque sentía que no iba a volver a nacer, tengo una vida y luego me uniré con el infinito que es de donde vengo, por eso quiero sacarle todo el jugo a la vida que es única e irrepetible.

También en Katmandu conocí a un indio muy guapo, muy moreno con los dientes blancos y me leyó la mano.

Me quedé petrificada porque sabía más de mí que yo misma.

Respecto a mi profesión de pintora que descubrió leyendo las líneas de mi mano, me dijo que las épocas en las que no he tenido éxito que han sido las más abundantes, no es debido a la calidad de mi obra sino a la posición de los planetas. 

India es un país que parece de otro mundo, saben cosas muy esotéricas que a veces las trasmiten de padres a hijos.

Una vez en Delhi, en el centro, me paró uno que decía ser yogui y me dijo que quería decirme algo importante.

No me apetecía mucho pero se empeñó tanto que me paré.

Sacó una banqueta de la nada para que me pudiera sentar y me dio un papel y un lápiz, me dijo que escribiera el nombre de mi madre, que doblara el papel y se lo entregara.

Lo guardó en su bolsillo, cerró los ojos, sacó un papel limpio de otro bolsillo y escribió: Leonor Moyua, me lo entregó y me quedé transpuesta.

Hay cursillos en donde garantizan que aprenderás a doblar cucharas con la mente en dos horas. 

La verdad es que hay de todo y además se come muy bien, la vida es barata y la gente encantadora, puede resultar paradisíaco, siempre he sido muy feliz en ese país.





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