viernes, 25 de diciembre de 2015

Capítulo 20_Mónica necesita hablar











Mónica se despertó encontrándose muy rara y recordó la noche anterior y lo que había padecido en la galería.
Sintió un desasosiego al que no estaba acostumbrada.
No pudo contener la curiosidad y a pesar de que sabía que no iba a sacar nada en limpio, le preguntó a su marido:

Alonso ¿qué me pasó ayer?
Me encuentro fatal.

A pesar de estar medio dormido, Alonso le contestó:

Me gustaría saberlo.
Te pusiste a beber como una loca y tuvimos que marcharnos antes de que organizaras un escándalo.

Mónica prefirió no seguir la conversación y decidió invitar a comer a Carlota y tratar de que le hablara de Gari sin que se note su interés.
Consiguió reservar una mesa en el Zárate, un restaurante que se había puesto de moda, porque le acababan de conceder una estrella Michelín.
Llamó a Carlota y quedó en pasarle a buscar a la galería.
Al dirigirles a su mesa, varias personas que ya estaban comiendo les saludaron, pero ellas no se pararon.
Mónica tenía ganas de empezar la conversación lo antes posible.
El Zárate se caracteriza por la excelencia del producto que ofrece, ya que el pescado viene directamente de los arrantzales (1) de Ondárroa.
Dejaron que el maître eligiera el menú y antes de que Carlota pudiera decir nada, Mónica entró a saco dándole una explicación sobre el día anterior, que no tenía ni pies ni cabeza.
Carlota notó que algo no iba bien y con su delicadeza habitual no recalar en detalles.
Se limitó a escuchar en silencio y para cuando terminó de hablar, ya les estaban sirviendo.
El problema para Mónica, es que quería saber lo que había hecho Gari, pero no sabía cómo preguntarlo sin que se le note el interés, así que sin saber lo que hacía, le dijo:

Carlota ¿qué hicisteis después de la inauguración?
¿Fuisteis a cenar?

A lo que su amiga, tranquilamente, contestó sin saber que su respuesta iba a convertirse en una bomba atómica para Mónica:

Si, fuimos a Monterrey con los Artiach y Gari.
Una cenita muy agradable.

Mónica se atragantó.
Empezó a toser y tuvo que ir al cuarto de baño.
Al notar que tardaba mucho, Carlota se inquietó y fue a ver cómo se encontraba.
La vio hecha unos zorros, llorando, con el rímel corrido, intentando recomponerse.
Cuando consiguió tener un aspecto decente, volvieron a la mesa y Mónica decidió contarle lo que le pasaba.
En el fondo era su amiga del alma y siempre había sido muy discreta.
Por nada del mundo quería que su marido supiera lo que sentía por Gari, pero estaba segura de que podía confiar en Carlota.
Sin ser demasiado explícita, trató de decirle que Gari le atraía y que se debatía entre la culpa y el deseo.
Aparentó ser una chica buena, una mujer casada que ama a su marido pero siente algo especial por otro hombre, por lo que se culpabiliza.
Carlota, que la conocía de toda la vida y sabía de sus juegos y artimañas, le cortó el rollo como pudo y le planteó que si quería hablar con ella, tenía que hacerlo con claridad.
No estaba dispuesta a aburrirse escuchando victimismos infantiles.
Carlota era una mujer que había hecho mucho esfuerzo para madurar, terapias para superar los acontecimientos dolorosos de su vida y exigía respeto.
Además, la biodescodificación con Mercé Freixas la empoderaba e iba dejando atrás esas ganas de agradar que tanto daño le hacían.
A Mónica le sorprendió la reacción de su amiga, pero no era idiota y se dio cuenta de que hablaba en serio.
Además, desde que empezó la bioneuroemoción (cada día la llamaban se una manera diferente) vio en ella un cambio notable, que casi le daba envidia, porque se veía a si misma quedándose atrás.
Hasta tal punto le afectó la reacción de Carlota, que antes de contarle nada le preguntó:

¿Crees que a mi me vendría bien hacer la biodescodificación?
La verdad es que ni siquiera sé en qué consiste.

Con una seguridad aplastante, Carlota dijo:

No solo te vendría bien, sino que sería un paso muy importante en tu vida, sobretodo en este momento en que tus fuerzas flaquean y tus sentimientos se tambalean.

No necesitó más explicaciones.
Sin dudarlo, le pidió el teléfono de la Mercé.

Durante la comida, Carlota le explicó que la biodescodificación se trata de borrar los programas de las antepasados y que le esperaba un arduo trabajo.
Al principio resulta difícil tener que ir a los cementerios y a las iglesias para poder hacer el árbol transgeneracional, pero poco a poco la información va viniendo y con la ayuda de la Mercé, que es una canalizadora muy dotada, te vas liberando de programas familiares que no te corresponden y llega un momento en que puedes vivir tu propia vida sin las interferencias y las cargas de tus ancestros.
Es un trabajo de equipo, ya que Mercé es quien descifra las fechas y te va diciendo lo que tienes que hacer.
Al principio no entiendes nada, es preciso confiar, pero los resultados son tan espectaculares que te dan ganas de seguir hacia adelante.
Las repercusiones de tu propia biodecodificación alcanzan a tus familiares cercanos y el resultado final, es que cada día eres más feliz, porque como dicen los sabios, “la vida es un traje hecho a medida” y eso lo que se experimenta cuando se hace la bio.
Es precioso y te proporciona claridad.
Te deshaces de las creencias casi sin darte cuenta y empiezas a vivir tu propia realidad.
Mónica salió encantada.
Fue a su estudio e inmediatamente marcó el número de Mercé.


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