sábado, 4 de junio de 2022

CUATRO MIL SEISCIENTOS DOCE

 




Por fin ayer llegó el gran día de la cita con el traumatólogo.

Mi hermano Gabriel vino a buscarme y nos fuimos a Vitoria tan contentos, yo seguía sin expectativas pero sabiendo que lo que iba a hacer es importante, solo el hecho de ir a la consulta era suficiente para dar un paso en mi recuperación, aunque no consiguiese ninguna mejoría.

Tuve suerte de que el traumatólogo que me atendió, Jaime Oraa Apraiz fuera pariente mío, su bisabuelo y mi abuelo, hermanos.

Es un chico joven, ni siquiera tiene treinta y cinco años pero las sensación de seguridad que me ofreció ha sido la más sabia de todos los traumatólogos que he conocido en mi vida, que han sido muchos.

Después de hacerme las radiografías pertinentes y de mirarme la rodilla y meter el dedo bien fuerte por todos los rincones, me ofreció dos posibilidades:

Una operación difícil, delicada y sin garantías de que fuera a quedar bien a la que de antemano le había dicho que no, eso estaba fuera de mi campo de acción y un tratamiento de plasma, tampoco era algo que me entusiasmara porque ya me lo hicieron en la cínica de la Virgen Blanda y no me solucionó absolutamente nada.

La diferencia con el tratamiento que hace el equipo de Mikel Sanchez es que aquí el plasma lo meten directamente en el hueso previa sedación fuerte, es decir estando dormida y sin enterarme de nada.

Ahora llaman sedación a lo que antes se llamaba anestesia.

El cambio de significado de las palabras es constante, hay que estar ágil para no confundirse.

La última vez que me ofrecieron sedación hace unos meses cuando me quitaron un tumor, no la acepté, pensé que sería como un Valium y claro, lo pasé mal, así que hay que hacer muchas preguntas antes de lanzarse, los médicos se entienden entre ellos, creo que empiezo a perderles un poco el respeto aunque sigo sabiendo que los necesito.

Respecto a la sangre de la que sacan el plasma me dijo Jaime que la mía no servía por culpa de la leucemia pero que la de cualquiera de mis hijos sería estupenda.

Al llegar a la ventanilla para resolver los asuntos finales, la chica preguntó qué decisión había tomado y casi antes de que yo entendiera la pregunta, mi hermano Gabriel dijo: ¡Adelante! ¿no? y yo asentí con la cabeza.

Por eso es tan importante ir acompañada a los médicos, algo que ya me lo habían advertido, la seguridad de Gabriel me dio la fuerza para tomar la decisión.

Así que volvimos a Bilbao encantados de la vida y además agradecida de tener un hermano que hizo que me sintiera cuidada y mimada durante todo el tiempo, no olvidemos que estoy acostumbrada a hacer sola casi todos los asuntos de médicos excepto los de la leucemia, ahí fueron mis hijos los que se ocuparon porque enseguida se dieron cuenta de que era un tema muy serio.

Mi rodilla también es serio, pero no de vida o muerte.

Así que de momento todo va hacia delante, aunque este tratamiento no funciona en todas las rodillas,  pero el hecho de que metan el plasma por el hueso me ofrece cierta garantía y Jaime Oraa también.




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