lunes, 6 de junio de 2022

CUATRO MIL SEISCIENTOS CATORCE

 





Menos mal que hice promesa firme de no mencionar a mis hijos en este diario, de lo contrario no tendría que hacer tanto esfuerzo para callarme.

Estoy leyendo el último libro de Vargas Llosa, no porque me divierta sino para aprender a escribir, es una gozada tener la oportunidad de leer un texto correcto.

Tengo la cabeza llena de rasguños y heridas que me salen por escuchar tantos errores en la radio y en la televisión.

Me impresiona que los periodistas no sepan hablar castellano ¿qué les enseñarán cuando estudian la carrera?

La verdad es que cuando yo asistía al curso de Escritura del que me echaron el profesor nunca corregía la ortografía ¿será que la ortografía no forma parte de la escritura y/o la literatura?

Me encantaría acudir a un taller en donde se dé muchísima importancia a la palabra hablada y escrita pero por más que busco no encuentro nada que me atraiga como para decir: Eureka!

Seguiré buscando hasta que me muera porque estoy empeñada en aprender.

Vargas Llosa dice que él no tenía facilidad para escribir, no obstante a fuerzo de insistir lo consiguió, no me encuentro en una tesitura similar.




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