Estoy inmersa en “Un largo sábado” libro en el que Laura Adler, prestigiosa periodista francesa, reúne entrevistas que le hizo a George Steiner durante varios años.
El intelectual se explaya a conciencia, hablando de los temas que le han interesado durante toda su vida y en los que ha profundizado, así como de su ideología respecto a diferentes aspectos de su propia juventud.
No estoy de acuerdo con él en todo lo que dice, al contrario, más bien siento cierto distancia, porque he observado un punto de misoginia que no me complace, pero le perdono porque aprendo tanto con él, que me compensa.
Peor era Pío Baroja y aún así me leí sus libros, unos detrás de otro cuando le conocí.
Hace años que me introduje en Steiner y a menudo le releo, siempre acapara mi interés.
Íñigo Larroque, mi profesor de Escritura que está entusiasmado con la literatura rusa, nos recomendó “Tolstoi o Dostoievski” de Steiner, pero todavía no he encontrado el momento de meterme en esa aventura, a pesar de que ambos autores me atraen o por lo menos me atrajeron en su momento.
Cuando recapacito sobre mis aficiones literarias, lo primero que me viene a la cabeza es la literatura francesa.
A través de ella me enamoré de la lectura y se convirtió en un acto casi sagrado, al que por temporadas abandono, no sin cierto sentido de culpabilidad.
Considero que ese momento íntimo y silencioso de dedicarme a un libro que acapara mi interés, es uno de los placeres importantes que me ofrece la vida.
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