A medida que pasa el tiempo me acostumbro a la rutina de ir cada mañana al hospital de día.
Como no me queda más remedio, lo he convertido en una serie de acciones que no dejan espacio al pensamiento, simplemente lo hago.
Hoy he tenido suerte porque me ha atendido una enfermera nueva para mí, Itziar, que ha tenido la delicada osadía de pincharme la aguja en el reservorio sin sujetarla con esparadrapo, lo cual evita que me salgan las heridas que provoca esa tela adhesiva en mi piel.
Parece una pequeñez al lado de los asuntos gigantes con los que me enfrento y sin embargo, a veces son esas cositas las que hacen que mi vida resulte más confortable.
Por otro lado, mientras estaba tumbada en el sillón, me ha llegado una información sobre un libro que ha escrito Susana Koska, la mujer de Loquillo, basado en su propia batalla contra el cáncer, sin adornos, contando con toda crudeza la realidad.
Se llama “Soy una larva”.
Solo he leído el artículo que la periodista Inma Muñoz escribió para el Dominical de El Periódico de Catalunya y me ha parecido interesante.
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