Perdona Blanca, ahora no puedo hablar, voy a darle un masaje a mi sobrino que tiene mal la espalda_ me dijo la osteópata al terminar el tratamiento.
Bien, me voy corriendo.
No te entretengo
¿Se lo haces gratis?
¡Qué menos! Es mi ahijado.
Comprendo, es un buen regalo.
Ya, se lo hago encantada.
No me extraña. Además a los sobrinos se les quiere.
Al salir veo a un adolescente sentado cuya melena de rizos angelicales me sorprendió.
¡Hola! Eres el sobrino de Berta _hubiera sido ridículo utilizar un tono de interrogación_te está esperando.
¿A qué colegio vas?_me salió la pregunta porque llevaba corbata.
A Gaztelueta.
¡Ah! Ese colegio es peligroso.
Lo dices por lo del profesor y todo el lío que se ha organizado.
Habló con una naturalidad encantadora.
Si, claro, no se habla de otra cosa.
Ya, es un tema que está en la calle pero en el colegio no hablamos de eso.
Me lo imagino, tabú total.
Más bien.
Berta le llamó y Marcos se dirigió hacia ella.
Yo estaba abriendo la puerta para irme pero volví la cabeza y le vi tan bonito que le dije.
Ya puedes tener cuidado.
Se volvió hacia mi y dijo tranquilamente:
No corro peligro, soy mayor.
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