domingo, 1 de julio de 2018

DOS MIL DOSCIENTOS SESENTA Y CUATRO







Hace ya mucho tiempo supe que tenía una tendencia natural al minimalismo.
Me sobraban las cosas.
Me apetecía vivir con lo estrictamente necesario.
Antes incluso de que se usara esa palabra que empezó a través de la pintura, yo me consideraba austera.

Me sentía feliz en un espacio vacío.
Sigo ampliando mi intención de vivir con lo mínimo, aunque no estoy dispuesta a deshacerme del coche ni de los electrodomésticos, ni de las cosas que me ayudan a vivir con cierto confort.
En absoluto, no soy Henri David Thoreau.

Lo que deseo, además de deshacerme de cosas, es deshacerme de compromisos, quiero disponer de todo mi tiempo, eso es lo que realmente me atrae, ser dueña de mi vida.

Hace años que dejé de ir a bodas, funerales, inauguraciones y fiestas.
No pasó nada.
Nadie dejaba de casarse porque yo no asistiera a la boda.

Mis sobrinos, muchos y a los que adoro, me suelen llamar para convencerme, pero me niego en rotundo.
No estoy dispuesta a salir de mi ambiente recogido y placentero.
Les regalo un cuadro que suelen agradecer con entusiasmo, saben que nunca regalo mi trabajo.

Me gusta verles de vez en cuando y conocer a sus parejas y a los hijos que van teniendo, son niños preciosos y aparte de ellos no tengo oportunidad de estar con bebés, ya que es evidente que yo no tendré más nietos.

Por lo que poco a poco sigo deshaciéndome de lo que no utilizo.

En el año 2017 salió la tendencia Japandi que es una mezcla entre el estilo japonés y el escandinavo.
Un minimalismo de colores fríos que resulta agradable y elegante.










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