viernes, 20 de noviembre de 2015

Capítulo 3_La vida sigue su curso












Esa noche todo fue diferente.
Alonso llegó a casa y Mónica estaba recompuesta, segura de sí misma y sabiendo que por encima de todo, pasara lo que pasara, no pondría en peligro su matrimonio; le recibió más cariñosa que de costumbre y dispuesta a dedicarle su atención.
Se interesó por su trabajo y hablaron como hacía tiempo no lo hacían, con la complicidad de dos personas que tienen un proyecto de vida en común.
Se sentía plena por dentro y eso le daba fuerza.
Desde que había decidido seguir casada con él, empezó a sentir algo que tal vez no fuera amor, pero sí, un interés genuino.
Visto con cierta frialdad, se daba cuenta de que su marido le ofrecía protección, algo parecido a lo que sentía cuando dependía de su padre.
Sabía que Alonso era un hombre de ley, responsable e interesado en seguir casado con ella.
Tal vez tampoco él sintiera un amor apasionado, pero ambos sabían que el hecho de estar juntos les convenía y eso ayudaba a que tuvieran un entendimiento cordial.
Durmieron plácidamente convencidos de que sus vidas eran envidiables.
No se les había ocurrido que se podía pedir algo más que tener las necesidades básicas cubiertas y ocupar un puesto respetado en sociedad.

Mónica pensaba en Gari, sin ser consciente de que se podía meter en unos vericuetos cuyas reglas desconocía.
Estaba dispuesta a todo y eso quería decir que no tenía intención de arruinar su matrimonio, pero tampoco iba a dejar pasar la ocasión de tener una aventura en su acartonada vida.
Gari despertaba en ella algo que tenía dormido y que le había empezado a proporcionar un placer inesperado.
Estaba tranquila, puesto que habían quedado en verse en cuanto llegara Marlène de París.
Marlène, la esposa de Beñat era una francesa muy sofisticada, que se había enamorado de él y se acomodó estupendamente a vivir en Arminza donde era muy feliz cultivando su huerto ecológico y maquetando la revista Vogue España que era su trabajo principal, el cual la mantenía al día en la moda y le proporcionaba unos viajes que alteraban la rutina de la vida en el pueblo.
Los Abrisqueta le habían acogido con mucho cariño y siendo hija de padres divorciados, encontró, además de un buen marido, una familia que le hizo sentir que pertenecía al clan, algo que había echado en falta toda su vida..
Había congeniado con Carlota a pesar de ser bastante más joven y de llevar vidas muy distintas.
Carlota vivía en Bilbao.
Dirigía una pequeña galería de arte que habían montado entre varios socios y además de ir formando su pequeña pinacoteca, tenía cierto prestigio como entendida en arte contemporáneo.
La invitaban a todas las inauguraciones del Guggenheim y se relacionaba con artistas, tanto de Bilbao como con los que exponían en su galería, llamada "Concepto".
Todos los meses inauguraba una nueva exposición a la que seguía una cena en la que disfrutaban de lo lindo.
Conocía mucha gente y tenia pequeños romances que duraban lo suficiente para estar entretenida y no causarle problemas.
La experiencia de su matrimonio le había marcado en el sentido de no querer comprometerse. 
No quería arriesgarse a pasar por algo parecido.
Antes de casarse habían vivido dos años juntos y todo era tan perfecto que cuando su novio le propuso casarse, con el fin de hacer oficial la relación, pensó que nada cambiaría.
Se equivocó.
Pronto su recién estrenado marido, empezó a comportarse de modo muy diferente.
Se volvió celoso y le quiso prohibir la asistencia a las inauguraciones.
Carlota se negó en rotundo a obedecerle y en unas semanas se marchó de la casa, alquiló un ático encantador en la plaza Euskadi, frente a la torre de Iberdrola y pronto se acostumbró a la libertad que le proporcionó deshacerse de un hombre que se había convertido en una molestia.
La relación que mantenía con Mónica era sagrada.
Por lo menos una vez a la semana comían juntas para ponerse al día de sus asuntos.
La confianza que tenían entre ellas era total.
Sin secretos.
Se conocían y se aceptaban.
No se juzgaban ni se daban consejos.
Libertad compartida, un tesoro difícil de conseguir.
Ambas eran conscientes de que lo que tenían era algo muy precioso y lo cuidaban con esmero.
Mónica estuvo muy cerca de Carlota cuando tuvo que tomar la decisión de dejar a su marido, apoyándola en todo, sin hacerle preguntas.
Probablemente, el compromiso que tenían entre ellas fuera bastante más profundo del que tenían con sus maridos.
La certeza que ofrece la amistad, difícilmente puede encontrarse en las relaciones amorosas, donde la sombra de la desconfianza asoma en ocasiones.
Pasaron varios días sin que sucediera nada que alterara las vidas de nuestros amigos.
Parecía que habían olvidado las promesas de verse y los buenos momentos que pasaron.


Mónica volvió a su rutina, siguió con sus actividades y dejó que el tiempo fuera poniendo en orden sus alborotados sentimientos.

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