sábado, 28 de noviembre de 2015

Capítulo 8_El berrinche de Mónica











Pasan los días y Mónica sigue sin recibir noticias de ningún Abrisketa.
Ahora, es su amor propio el que le impide llamar, no solo a Gari sino a Carlota, con quien nunca ha tenido un solo malentendido.
Su cabeza está en constante ebullición. 
No se explica que pueda sucederle algo así a Ella, a Ella, que es el centro del universo.
No comprende que Gari le dijera que le llamaría para enseñarle la casa cuando la tuviera puesta y que esa llamada no llegue y todavía entiende menos, que Carlota no la llame para preguntarle qué tal le va la vida.
Podría llamar ella pero su orgullo se lo impide.

No juzgó a Carlota cuando estuvo haciendo la biodescodificación y aunque la escuchaba atentamente cuando le contaba los pasos que estaba dando hacia la libertad, nunca pensó que también a ella podría ayudarla.
Estaba plenamente convencida de que todo en su vida permanecía ordenado.
Mientras era una joven despreocupada, estar tan pendiente de si misma, no tenía importancia.
Ahora resulta anacrónico que siga creyéndose la niña mimada de su padre, de su marido y de los que la rodean.
Todos han madurado y quien más y quien menos, tiene responsabilidades.
Se ha vuelto incapaz de hacer un favor, su madre sabe que no puede contar con ella, puesto que su tiempo es sagrado.
Su padre no se encuentra bien y los hermanos se turnan para atenderle, pero cada vez que han intentado hablar con Mónica, ha sido imposible, porque tiene cosas más importantes en las que ocupar su tiempo.
La verdad es que está desquiciada desde que se ha obsesionado con Gari.
Cuando tomó la decisión de tener un affaire con él, sin ni siquiera estar segura de ser correspondida, se metió en un laberinto del que es incapaz de salir.
Y lo peor de todo es que se encuentra en tal estado de nervios, que lo único que tiene claro es que no debe comentarlo con nadie.

Tener una aventura extramatrimonial no es el fin del mundo, mientras se lleve a escondidas.

Se dice a si misma para tranquilizarse.
No es eso lo que le preocupa.
Nunca ha sido infiel a su marido porque no le ha llegado la ocasión, pero ahora que parecía que se le presentaba, justo cuando su matrimonio empezaba a aburrirla, no acepta que Gari haya desaparecido del mapa, después de haber tirado la piedra.
Ella, Mónica Menchacatorre, es una mujer que está hecha para gustar a los hombres.
No puede soportar la idea de que ese vasco prepotente se vaya de rositas.

¡Si por lo menos no fuera tan atractivo!

Clamaba en su desesperación.
Mónica había fantaseado en tener unos encuentros clandestinos en la casa de Gari, a donde iría en metro, para que nadie la viera aparcando su coche por los alrededores de Ajuriaguerra.
Planeaba que estar juntos sería suficiente para mantener una pasión tan ardiente como la que ella imaginaba.
No pensaba en que Gari es un hombre soltero, que no tiene que dar explicaciones a nadie y que posiblemente, cuando no estuviera con ella, saldría con otras chicas.
Para él, Bilbao era una plaza nueva, llena de posibilidades.
Tampoco se le pasó por el magín, que su capricho, de llevarlo a cabo, podría hacer daño a Alonso.
Jugar con los sentimientos de los demás, no formaba parte de sus preocupaciones.
Solo quería conseguir su propósito, que cada vez estaba más definido: tener un idilio con Gari.
Estaba hecha un lío.
No se concentraba en el trabajo, no tenía ganas de hacer nada, excepto pensar en él y cuando Alonso intentaba acercarse a ella, se ponía de uñas, como si fuera un animal rabioso.
Hasta tal punto la notó intranquila su marido, que le propuso pasar el fin de semana en Biarritz.
Antaño solían ir al Palais, comían Chez Albert en el puerto viejo donde los pescados son excelentes  y se daban una vuelta por la Maison Arostéguy, donde encontraban productos gourmet de primerísima calidad, como el delicioso pimiento de Espelette.
Por supuesto, hacían una parada en Les Sandales d’Eugenie, donde tienen las alpargatas más bonitas del mundo, que están hechas en La Rioja.
Alonso solía aprovechar para comprarse alguna corbata en Hermés, de las que tenía una buena colección, ya que solo con esa seda conseguía que el nudo le quedara a su gusto.
La famosa frase de Oscar Wilde le había marcado:

“Una corbata bien anudada, es el primer paso serio en la vida de un hombre”

A Mónica le gustaba comprar Acqua di Parma en Elysées Parfums de la Place Clemenceau, ya que en Bilbao no lo encontraba con facilidad. 
Se dejaban caer chez Miremont aunque solo fuera para disfrutar del encanto del local, sin olvidar los milhojas, que eran los preferidos de Alfonso XIII.
Cuando se lo propuso a Mónica, le pareció una buena idea.
Hacía tiempo que no pasaban un fin de semana juntos y pensó que le vendría bien cambiar de ambiente y se distraería.
No se soportaba a si misma en ese estado de incertidumbre.
Alonso estaba divertido con el nuevo plan de jugar al golf en la Galea los fines de semana, pero quería mucho a Mónica y deseaba por encima de todo que se tranquilizara.

Desconocía el motivo de su desasosiego, pero estaba seguro de que un fin de semana en Biarritz mano a mano, sería un plan estupendo para ambos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario