viernes, 21 de octubre de 2022

CUATRO MIL SETECIENTOS SEIS

 




Nada como pedir ayuda cuando se necesita.

Llevaba una larga temporada sin ganas de nada, así que decidí que algo me pasaba y necesitaba ayuda inminente.

He pasado varios años, muchos, en los que la enfermedad me ha atacado por varias esquinas, algunas realmente importantes, no me quejaba, simplemente luchaba para ponerme del lado de la vida y así superar los malos tiempos, no obstante llegó un momento en que me dolía sentirme tan desganada y pensé que había luchado demasiado yo sola, casi sin ayuda porque si algo detesto es la queja, así que fui a mi doctora de cabecera de la seguridad social, que siempre se ha portado muy bien conmigo y directamente le dije que necesitaba Escitalopram, lo entendió al minuto, me metió la receta en el ordenador y me recordó que tardaría dos semanas en hacerme efecto.

Así ha sido, han pasado dos o tres semanas y ya estoy como soy, encantada de la vida, contenta, entretenida y funcionando como un reloj.

Dentro de poco me harán las infiltraciones en Vitoria y estaré fuerte para aguantar lo que sea necesario.

Yo creo que siempre se puede mejorar, que todo tiene arreglo, a veces hay que tener paciencia y eso también hay que aceptarlo.

La aceptación es unos de los secretos de la vida.

Cada día estoy más contente, no me exijo demasiado, ya tengo una edad y las secuelas de un cáncer llevan su tiempo, sobre todo a cierta edad.

Echo de menos a mi madre y a mi hermana porque cuando se llega a cierta edad, apetece hablar con personas mayores de confianza y a mí ya solo me quedan mis hermanos, tendré que pensar en sus esposas que siempre han sido cariñosas conmigo y tienen mi edad.

No me importa ser mayor, lo que me importa es no tener el espíritu alto.





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