jueves, 10 de marzo de 2022

CUATRO MIL QUINIENTOS TREINTA Y SEIS

 





Todo lo que voy a escribir ahora es el resultado de un profundo ejercicio de lo que realmente pienso, pensaba y tengo intención de seguir pensando, se refiere a la guerra y a estar en contra de admirar a esas personas que se quedan luchando contra un enemigo poderoso a pesar de que maten a sus hijos, de que destrocen sus casas y de todo lo que está sucediendo en Ucrania.

Yo soy de estilo Gandhi, totalmente en contra de la violencia.

Durante unos días he tenido que volver a pensar lo que ya sabía porque me dejaba influenciar por lo que cuentan en la radio, no deseo ni quiero mentir.

Estoy en contra total de la violencia y siempre he estado.

Recuerdo cuando mi madre decía que si se daba el caso tanto ella como sus hijos irían a la guerra "como un solo hombre" (sic) y me contaba cómo entregó todas sus joyas al bando nacional que era el bueno para ella.

Cuando vi la película "Mientras dure la guerra" de Amenábar, se ve cómo las mujeres donan sus joyas y recordé a mi madre y me pareció un horror.

Hay ciertas cosas que no me entran en la cabeza, prefiero ceder antes que asistir a la muerte de mis coetáneos.

"Por favor, no me interrumpa que no he terminado de desayunar".

En Berlín no tienen búnkers porque pensaban que si ocurriera la remota idea de un guerra, sería química:(dicho hace tres días por una berlinesa ante la pregunta ¿dónde están los búnkers en Berlín?

Hasta tal punto estoy en contra de la violencia que detesto discutir, doy la razón a cualquiera con total de que no haya tensión. 

Me quedo en mi casa tranquilamente y si nadie me cree no me importa nada, yo me conozco y sé que mi corazón quiere paz por encima de todo.





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