lunes, 14 de agosto de 2017

SEISCIENTOS NUEVE







Hace tiempo me estuve tratando con Cecilia, una terapeuta argentina, extraordinaria que murió en Algorta.
Su función primordial era hacer regresiones, además de muchas conversaciones.
Tras hablar largo y tendido conmigo, me dijo que le parecía que yo sería muy feliz en Cuba.
Nunca he estado en Cuba y algunas de las cosas que me cuentan me gustan mucho, no obstante me temo que estoy demasiado acostumbrada a las ventajas del capitalismo, aunque me considero austera en relación a mi entorno.
No tengo demasiadas pretensiones.

Algo que me ha producido un sentimiento de gran interés, es que mi hijo que acaba de llegar de Cuba donde ha pasado sus vacaciones, me ha contado que así como el museo de la Revolución estaba bastante dejado de la mano de Dios, el de Bellas Artes brillaba, super cuidado y bien mantenido.

Al indagar en internet sobre ambos, imagino que cuando hicieron el de la Revolución pusieron verdadero interés, ya que la afamada Tiffany’s de Nueva York decoró su interior.
Sin embargo ahora que la cultura goza de gran estima, es el arte lo que cuidan con esmero.


De momento me encuentro bien en Getxo, donde vivo tranquilamente y tengo todo lo que necesito.
Solo me muevo cuando el propósito que me lleva es importante para aumentar mi paz interior.
Por lo demás, sigo aquí tan tranquila, disfrutando de todo lo que la vida me ofrece.

He vivido con tanta intensidad que ahora que por fin soy feliz con estar a gusto, no pido más.



Ayer se armó un alboroto en FB a cuenta del texto escrito por Javier Cercas, llamado “Feminismo salvaje” en el que confiesa que no comprende, cómo a estas alturas de la vida, todavía las mujeres somos capaces de querer a los hombres, ocuparnos de ellos y cuidarles.
La mayoría de los hombres estaban de acuerdo con él y confieso que no me fijé demasiado en las opiniones de las mujeres, porque excepto con las feministas avanzadas, pienso lo mismo que Cercas.
De hecho, exceptuando a mis hermanos y a mis hijos, mi comportamiento con los hombres es más bien antisocial.
Lo pasé demasiado mal cuando me relacionaba con ellos aceptando los términos habituales, así que el día que cumplí cincuenta años, viviendo en Los Ángeles y recién terminada una relación con un latino que llevaba viviendo en LA desde los cuatro años, harta de dejarme tomar el pelo, hice voto de castidad.
Lo sigo a rajatabla y desde entonces vivo feliz.


Me gustan los hombres pero a distancia.







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