Hacía mucho tiempo que no dedicaba mis horas a ver la televisión, sobre todo los programas que menos elevan mi espíritu y sin embargo, son los que más me distraen en mi actual condición.
Deduzco que lo que más éxito tiene no está relacionado con los asuntos de política que nos atañen a todos, sino lo relativo al sexo, sobre todo cuando se hace a escondidas porque alguno de los protagonistas ya está emparejado.
Ya me di cuenta cuando escribí mis novelas e iba publicando los capítulos a medida que los terminaba, que los comentarios de mi fervientes seguidores me animaban con énfasis a que me metiera en esos berenjenales que tanta pereza me dan, ya que esos juegos dejaron de interesarme hace mucho tiempo.
Me sentí identificada con Jane Fonda hace poco cuando leí en alguna revista que a sus ochenta años lo había dejado, yo a los cincuenta y es una de las cosas de las que me alegro, me ha procurado la tranquilidad que había deseado toda mi vida.
Estuve activa durante treinta años y he tenido muchas relaciones con hombres, a veces lo pienso y casi me da vergüenza, teniendo en cuenta que me casé a los diez y nueve, casi veinte, me separé a los treinta, con la idea muy clara de que jamás volvería a casarme, el matrimonio resultó una experiencia de la que aprendí mucho y no me arrepiento de haber pasado por ella, no tengo vocación de casada, requiere un sacrificio que no estoy dispuesta a realizar.
Dado que en mi diario no hablo de mis experiencias sexuales, podría parecer que mi vida es y ha sido sosa pero nada más lejos de la realidad, no quisiera ir de santa por la vida pero en lo referente a ese tema recuerdo a san Agustín, cuando se convirtió y decidió servir a Dios, le dijeron que tenía que prescindir de las mujeres y pensó que eso sería imposible, ya que para él las mujeres eran la quintaesencia del placer pero era tan grande su empeño en probar lo que Dios le ofrecía, que hizo la prueba, se entregó y la plenitud que encontró le satisfizo tanto que jamás deseó volver a si vida anterior.
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