Hace años que participo en un concurso de fotos que me divierte, me ayuda a poner interés aunque no a un nivel serio, las hago con el iPhone, siempre lo tengo a mano en cualquier circunstancia, no necesito estar preparada, saco unas cuantas fotos y luego las edito en el ordenador y eso me encanta.
Me presento a casi todos los temas que ofrecen, ayer se trataba de ojos, saqué una foto a Beatriz que tiene los ojos azules y resultó muy bien, no tardé nada, ella entiende que necesito luz y no opuso resistencia cuando le pedí que cambiáramos de sitio y nos fuimos cerca de la ventana.
Justo antes le había dicho lo mismo a Jaime pero en vez de ir a la luz, se puso rápidamente delante de mí y me sentí presionada, empezó a poner fuerza en los ojos como si quisiera convertirlos en focos, no me estaba gustando por lo que cambiamos de sitio y siguió poniendo ojos de algo, no puedo explicar de qué, pero era como si quisiera poner toda la fuerza en los ojos, le dije que por favor dejara su mirada normal pero no quiso, se empeñó en hacer algo especial con sus ojos y las dos fotos salieron horrorosas, no me servían para presentarlas en el concurso, se lo comenté más tarde y se empeñó en que yo había tenido la culpa, así que le dije que tenía razón y que le daba la razón en todo para toda la vida, se quedó encantado.
Recuerdo que hace años, una amiga cuya hija presentaba problemas, no sabiendo qué hacer con ella la mandó a Escocia, a un convento budista para que pasara allí unos meses.
La niña volvió renovada, cuando le preguntó su madre a ver qué había aprendido, contestó:
Que tengo que elegir entre ser feliz o tener la razón.
Me gusto tanto la frase que inmediatamente hice mi propia elección: prefiero ser feliz, nada me interesa menos que tener la razón, se la regalo a quien la quiera, prefiero ser feliz.
Mi madre siempre estaba empeñada en tener la razón, insistía en que se la diéramos, a mí me pone nerviosa tener la razón, nada me puede interesar menos, prefiero divertirme.
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