jueves, 3 de diciembre de 2020

CUATRO MIL CIENTO OCHENTA Y SEIS

 




Me parece tan feo el mobiliario urbano de Getxo que estropea mis fotos, así que dando vueltas al tema, he estado estudiando cómo resuelven el asunto en Japón, ya que de todos los lugares del mundo en los que he estado es el más limpio con diferencia, incluso tanto o más que Singapur, que ya es decir.

Esperaba encontrarme algo extraordinario como casi todo lo japonés en lo referente a la estética y aún así reconozco, que me ha sorprendido.

Para empezar no hay papeleras, las personas guardan sus basurillas hasta que llegan al lugar correcto para dejarlas.

Para las latas de bebidas suele haber un contenedor al lado de la máquina expendedora.

Los japoneses están tan conciénciados con el reciclaje que existen cuarenta y cinco separaciones diferentes.

Antes de distribuir los deshechos en bolsas transparentes, lavan los tarros de cristal, quitan las etiquetas, las tapas y tapones, los distintos materiales y más cosas que ya no recuerdo, todo ello hasta llegar a la cantidad citada.

Suele haber un vecino que estudia las bolsas de todos antes de dejarlas en el lugar adecuado, donde irán a recogerlas entre las ocho y las diez de la mañana.

Hace tiempo que yo intenté que se reciclara la basura en esta casa sin demasiada esperanza, no obstante me equivoqué, Beatriz se lo tomó muy en serio y ahora tenemos varios recipientes para los diferentes productos: cristal, papel, plástico y basura orgánica.

Casi no tengo que ocuparme de ese tema, yo misma me doy cuenta de que sería ridículo dejar los botes de cristal con la tapa puesta, incluso me parece natural lavar los tarros de mermelada antes de que sean depositados en el contenedor de cristal.

Lo cuento porque hasta hace poco yo era una incivilizada en este terreno, todavía me avergüenzo de ciertas cosas que veo como Lisa, la madre de mi nieta, que es sueca, las hace con toda naturalidad como abrir y cerrar el grupo del agua al momento, nunca la deja correr.

Estoy muy lejos de actuar como los japoneses, muy lejos, pero no soy capaz de tirar un papel al suelo y suelo llevar una bolsa de plástico en el coche para meter las porquerías que se van acumulando, el papel de la OTA, la botella de agua y más cositas que sin saber por qué aparecen por ahí.

Tengo mucho que aprender todavía, no sé si tendré tiempo en lo que me queda de vida.

De verdad lamento no haber sido educada en la importancia del reciclaje porque a estas alturas de la vida me cuesta cambiar, me cuesta mucho aunque lo intento.










No hay comentarios:

Publicar un comentario