domingo, 9 de febrero de 2020

TRES MIL VEINTICINCO









Antes de entrar en materia confesaré que lo primero que me ha venido a la cabeza a medida que avanzaba la, a mi entender extraordinaria película de Haneke, Happy End, es aquella frase que dejó dicha Teilhard de Chardin:

¨Llegará un momento en que adoración o suicidio"

A pesar de que creo que he visto todas las películas de Haneke y me considero preparada para no impresionarme demasiado, reconozco que Happy End me ha conmovido, sorprendido, deslumbrado y posiblemente todavía tendré que reflexionar y sacar conclusiones.
Puedo decir que Haneke expresa lo que ve a su alrededor, no inventa nada, motivo por el que su cine resulta moderno, contemporáneo, sin más, como en su día resultó "La casa de Bernarda Alba" de Lorca que no hacía más que mostrar los interiores de muchos hogares.
El arte sirve para despertar, si no lo hace no es arte y no tiene propósito.

Me han parecido de alta hipocresía las críticas de varios profesionales.
¿Por qué nos cuesta tanto reconocer la verdad?
Los amateurs se atreven a opinar lo mismo que yo, más o menos.

Ni soy crítica de cine ni nadie me ha dado vela en este entierro pero con alegría me uno a la oportunidad de expresarme en mi blog y así me quedo contenta.
Tengo suerte de haber nacido en la época digital, estoy muy agradecida de poder comunicarme con personas de todo el planeta, me hace muy feliz y privilegiada y además hace que me sienta libre.
Me encanta escribir lo que experimento a lo largo de mi vida, me limpia por dentro y así, como decía Oteiza:

Androcanto y sigo...

Tampoco tengo intención de recomendarla, demasiada responsabilidad, me remito a decir que ha sido un domingo perfecto.









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