viernes, 28 de febrero de 2020

TRES MIL CUARENTA Y CUATRO

No salir de casa y haber llevado el,ordenador al soporte técnico me hace cambiar los hábitos.
Hasta ayer mis ojos solo se posaban en la pantalla de mi súper iMac de 27 pulgadas del que parecía que estaba enamorada.
Ahora me he abierto a otros paisajes de mi entorno y he empezado a ver posibilidades de mejorar la casa.
Hay cosas que requieren arreglos y mejoras para lo que es necesario tener tiempo, dedicar atención, pedir información y ya se vislumbra cierta mejoría al,mismo tiempo que cierta revolución.
De entrada ya hay un felpudo nuevo, impoluto que ofrece una calurosa bienvenida a quien se acerca a nuestro humilde hogar, los recaditas de Amazon, Manu, el de Sagar, Begoña la vecina que a veces toca El,timbre para ver qué tal estoy y por supuesto Carlos Alberto que como buen amigo se ofrece a hacerme favores difíciles. 
Hoy me he dedicado a los libros. 
Tengo varios grupos:
-Revistas y diccionarios que van directamente a la basura, no los quieren ni en la biblioteca de Romo.
-Todo lo que pertenece a Mattin que como buen Diógenes guarda hasta las entrevistas que le hacían en Gara cuando tuvo su primer grupo musical: Ante domine.
Estoy dispuesta a guardar todo en casa porque aunque Beatriz me ha recomendado que lo meta en el trastero, no me atrevo ya que puede haber humedad.
-Los libros que no me interesan los mandaré a Romo porque pueden ser leídos.
-Los libros de referencia.
-Los libros de arte.
-Los de Oteiza
-Los de poesía 
-También tengo libros raros.
Mi intención es que Norma limpie las baldas y quite el polvo a cada libro, uno a uno con inmenso respeto y lo,ponga en el sitio,que le corresponde.
He tenido suerte de haber aprendido a tener paciencia y a aceptar la vida como viene.
Me alegro de tener esta oportunidad de establecer el vacío del que hablaba Oteiza, el vacío me llena.





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