viernes, 8 de mayo de 2015

Reencuentro consigo misma (Berta Belausteguigoitia_continuación)






Berta estaba feliz.
Por fin empezaba a respirar
Era tal el placer que le proporcionaba la sensación de libertad, que cuando se despertaba por la mañana ni siquiera sabía donde se encontraba.
Tenía que discurrir para centrarse en el presente.
Durante el tiempo que había estado casada con Patxo Zabala, se había alejado tanto de si misma que el camino de vuelta requería tiempo y esfuerzo.

No importa, pensaba engañándose a si misma.

Disponía de todo el tiempo del mundo y estaba dispuesta a luchar para recuperar su mismidad.
Seguía trabajando con el Trampas aumentando su ya abultado patrimonio.
El dinero le aportaba una seguridad que resultaba muy agradable, pero estar con el Trampas empezó a convertirse en una carga insoportable.
A veces la sombra de no estar con sus hijos enturbiaba su mente y se decía a si misma:

Tranquila, ya haré lo que tenga que hacer cuando llegue el momento.

Consiguió ponerse en contacto con la persona que cuidaba a los niños y de vez en cuando les
veía en la calle.
No le gustaba este estado de cosas pero hasta que se le ocurriese algo mejor, no podía hacer nada.
Poco a poco Berta iba recuperando el gusto por la vida..
La relación personal con el Trampas se deterioraba por momentos.
En realidad, tenía suficiente dinero para vivir toda su vida haciendo lo que le diera la gana.
Además, había aprendido tanto con el que fuera su socio que ni siquiera le necesitaba para hacer negocios.
Pronto el Trampas notó que la situación había cambiado y no le hizo ninguna gracia.
Se había hecho ilusiones al ver que Berta estaba sola.
Se puso muy pesado llegando incluso a acosarle y le hizo pasar tan malos ratos que Berta decidió, en pleno invierno, trasladase a Getxo, a la casa donde pasaban los veranos, que también era suya.
Notó que había perdido todos los contactos con la gente que conocía.
Lo único que se le ocurrió fue volver a Deusto para seguir con su carrera de Filosofía y Letras que había abandonado sin darse cuenta.
Berta era valiente y ahora necesitaba hacer acopio de todas sus fuerzas para empezar de nuevo.
Sabía que no le iba a resultar fácil incorporarse al mundo que conocía, porque no le perdonarían su escandalosa aventura.
Relacionarse con gente joven en la universidad, le ayudó a sentirse ligera y su alegría de vivir, que estaba aletargada, iba despertando mas rápido de lo esperado.
Berta era simpática, inteligente, amena, lista, tenía una voz preciosa y contaba las cosas muy bien.
Resultaba muy entretenida.
En la cafetería de la universidad entabló amistad con algunos estudiantes que tenían las mismas ganas de divertirse que ella.
Berta encontró en aquellos jóvenes sin responsabilidades el caldo de cultivo que necesitaba para su nueva vida.
A sabiendas de que su posición no era fácil, no perdió la esperanza de recuperar a sus hijos.
Para la iglesia católica el adulterio es peor que el alcoholismo y Berta era consciente de ello.
Aún así tenía intención de hacer todo lo que estuviera en su mano para conseguir el objetivo.
Contrató un abogado muy prestigioso de Madrid, Valentín Foxá, el mejor que encontró.
Que su abogado viviera tan lejos no parecía una buena idea pero Berta midió los pros y los contras y deslumbrada por su fama, decidió seguir adelante.
Foxá gozaba de una conversación inteligente y gran sentido del humor, lo que aumentaba la confianza que Berta deseaba atribuirle.
Además, le obsequió con unas esperanzas muy poco cimentadas a las que ella se agarró como a un clavo ardiendo.
El abogado venía de vez en cuando y se reunía con Berta en el hall del hotel Carlton que era donde se hospedaba.
Berta salía muy contenta de aquellos encuentros.
No se daba cuenta de que el tribunal eclesiástico jamás le perdonaría.
Y mientras tanto seguía intentando disfrutar de la vida.
En esa época en la que todavía andaba despistada sin saber realmente en qué enfocarse, el destino le puso cerca una persona que formaría parte importante de su vida durante una larga temporada.
Era una mujer algo mas joven, bastante ingenua y confiada que se hallaba en una encrucijada.
Pronto congeniaron.

Por un lado Berta desplegó sus encantos, que añadidos a su experiencia vital, impresionaron a ese alma cándida, con un gran potencial todavía sin desarrollar.

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