He salido a dar una vuelta en coche con el único fin de despejarme ya que estos días medio festivos me resultan insulsos.
Mientras veía la calma del Abra y la tranquilidad de los pocos viandantes que parecen tan sosos como yo, recordaba mi vida en Las Arenas, donde fui tan desgraciada que me resultaba difícil sacar punta a mis acciones.
Me siento tan feliz ahora, con esta vida tranquila, que no fumo, ni bebo, ni hablo por teléfono, ni necesito grandes planes para tener paz, que, en definitiva es lo único que me satisface.
Me tomo un café con leche en el obrador de Los Chopos, me compro una barra pequeña de pan de media cocción, me doy un vuelta por Las Arenas por si acaso veo a mi sobrino Manolo que vive allí y me vuelvo a casa feliz, tranquila y sin necesitar nada nuevo, ni siquiera ir al centro comercial que ni siquiera sé si está abierto.
Me resultan difíciles estos días que no sé si son fiestas ni si las tiendas están abiertas.
Me han invitado a Oslo, solamente por decir que me apetecería ir a Oslo, me han invitado, me ha hecho sentir algo especial.
Bien es verdad que llevo días con ganas de conocer Noruega con días de noche, su nieve y sus auroras boreales, pero la verdad es que una cosa son las apetencias y otra muy diferente, hacer el esfuerzo de salir de mi actual rutina que está centrada en mis arreglos odontológicos, cada cosa a su debido tiempo.