Tengo la sensación de haber pasado por la vida sin haberme enterado de una parte muy importante, en la que ahora yo también estoy involucrada.
Me refiero a la enfermedad, a las enfermedades graves que tanto afectan a las personas y a las familias.
Durante el tiempo que pasaba recibiendo la quimio, solía entablar conversación con los que tenía cerca y he aprendido lo duro que pueden llegar a ser los tratamientos, e incluso lo poco efectivos que son algunos.
Me llamó la atención especialmente, uno de los últimos días, una parejita joven.
Tendrían menos de cuarenta años.
El chico era guapo con muy buen aspecto.
Su esposa, sentada a su lado, le hablaba con cariño.
Me contaron que él padecía E.L.A. (esclerosis lateral amiotrófica).
Tienen una hija de un año y a pesar del tratamiento, parece que no mejora.
Me afectó tanto lo que contaban y lo poco que yo sabía de esa enfermedad, que lo único que pude hacer fue mostrarles la empatía que sentía.
Sobre todo, cuando se levantó del sillón y empezó a andar apoyándose en su esposa, se me cayó el alma a los pies.
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