domingo, 29 de octubre de 2017

MIL CUARENTA Y CUATRO








Aparte de Agatha Christie, que me encantaba cuando era joven, Dashiell Hammett y una mujer cuyo nombre no recuerdo, no he sido aficionada a la novela negra.
Creía que esas cosas no pasaban entre la gente corriente como yo, que lleva una vida más o menos tranquila y no se mete en demasiados problemas.
Me equivocaba.

Antes de vivir en Los Ángeles, un día que paseaba por Las Arenas, cerca del puente colgante, me encontré con mi hermano Jose Manuel, el pequeño, con quien tenía una relación estupenda.
Habíamos crecido juntos y nos queríamos mucho, además de entendernos.
Ambos éramos diferentes al resto de mis hermanos, tal vez menos serios, nos gustaba reírnos, nunca nos enfadábamos, ni dábamos demasiada importancia a las cosas.

Me presentó a un hombre que estaba con él y percibí algo oscuro, desagradable, maligno, tuve miedo y me fui corriendo.
Nunca había sentido algo tan desapacible al conocer a un ser humano.
Mi hermano no insistió en que me quedara, cosa rara, porque siempre que nos veíamos me presentaba a sus amigos y charlábamos y si teníamos tiempo, tomábamos algo.
Aquel día todo fue diferente.
El encuentro duró poco, lo suficiente para dejarme una huella que todavía me asusto al recordarlo.

Más tarde me fui a California con la intención de estar siete semanas y me quedé tres años.

Me contaba mi hermana Viví, que cuando mi madre me criticaba por quedarme allí, tanto Jose Manuel como ella me defendían y le decían:

Mamá, Blanca es feliz, déjala en paz.

Al cabo de un tiempo, mi hija me llamó por teléfono y me contó que habían matado a mi hermano de un tiro en la espalda, en su propio coche, en la carretera de la ría, en Erandio.
No me entraba en la cabeza, pero lo tuve que aceptar.

Pasé unos días muy tristes y poco a poco lo fui digiriendo.

Parece ser que se trataba de algún asunto relacionado con negocios.
Nunca he sabido el motivo.

Lo relacioné con aquel hombre tan desagradaba con quien le vi aquel día en Las Arenas.

Ahora ya no creo que las novelas negras solo ocurran en ambientes sórdidos.
Ahora puedo creer cualquier cosa.















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