martes, 29 de enero de 2019

DOS MIL SETECIENTOS DOS







En la última clase de escritura, el profesor sugirió un ejercicio que estaba relacionado con los autorretratos que yo había escrito la semana anterior.
Era diferente puesto que creí entender, no estoy muy segura, de que se trataba más bien de lo relacionado con el carácter.
Después de haber escrito los dos autorretratos que me inspiró Cervantes cuando leí el que él había escrito, tuve la sensación de que faltaba algo más profundo, tal vez relacionado con mi forma de ser.
En más de una ocasión intenté tocar esa parte de mi personalidad pero no me sentí cómoda al hacerlo.
He cambiado tanto a lo largo de la vida que podría parecer que no me conozco, ya que en muchos aspectos estoy en el extremo opuesto y no sé si será duradero o se deberá simplemente a mis problemas de salud.
Antes era muy nerviosa y actuaba deprisa y corriendo, sin darme tiempo a pensar las cosas antes de hacerlas.
Ahora sin embargo, me tomo la vida con calma y no me queda más remedio que ir despacio por la vida, ya que aunque quisiera correr no podría porque mi rodilla me lo impide.
Tampoco lo intento. He aceptado que tengo que andar despacito porque corro el riesgo de caerme y eso afecta a todo mi cuerpo.
Ya me he caído varias veces en los últimos años y se me descoloca el esqueleto y tarda en ponerse en su sitio.
Creo que ya he conseguido ser consciente de que tengo que andar con cuidado y he estado casi un año sin caerme hasta hace unos días en que me puse nerviosa y me caí en la cocina.
No fue una caída grave porque me apoyé en la parte izquierda, pero siento el cuerpo dolorido y me cuesta andar.
Otro asunto en el que también he cambiado ha sido en la paciencia.
No solo no la había desarrollado sino que ni siquiera la había estrenado. No obstante hoy en día, después de tantas operaciones y de haberlo pasado tan mal, puedo esperar sin ponerme demasiado nerviosa. 
Intento no discutir aunque soy tan vehemente que casi sin darme cuenta entro al trapo y me altero. Y no me sienta nada bien.
Leí un comentario de Jung en el que decía que le gustaba estar solo, que le cuesta hablar y cuando lo hace, tarda varios días en recuperarse.
A mi me pasa lo mismo pero solo si estoy en grupo.
Hablar mano a mano con una persona amiga me resulta agradable si el tema me interesa, claro.
Pero la verdad es que me gusta estar sola, hacer en cada momento lo que me apetece y dado que puedo cambiar de opinión, no me gusta comprometerme con nada ni con nadie.
Ni siquiera saco la entrada del cine desde casa porque soy capaz de cambiar de idea en el camino.

Respecto a mis intereses, el conocimiento es mi prioridad absoluta y la ignorancia lo que más detesto.







No hay comentarios:

Publicar un comentario