lunes, 21 de enero de 2019

DOS MIL SEISCIENTOS OCHO







Leer un buen libro es uno de los grandes placeres que nos ofrece la vida.
Yo ahora estoy dedicada a Stefan Zweig y todas las novelas cortas que caen en mis manos me complacen.
El último que he leído ha sido “Novela de ajedrez” que me ha mantenido en un estado hipnótico hasta que lo he terminado.
Hace un rato me ha llegado a casa “Clarissa”,recomendado por Luis Francisco Pérez, un amigo de Facebook, gran erudito en varios campos del arte que siempre acierta en sus sugerencias.
Ya sé que es mejor comprar en las tiendas en vez de pedir a Amazon pero en invierno y en mis condiciones, aún a sabiendas de que no es lo correcto, a veces me compensa. Ir a una librería supone salir de casa aunque llueva o haga frío y aparcar el coche.
La única librería que yo tengo a mano es una de las Arenas que se llama Troa en la que puedo pedir los libros que quiero, pero tardan una semana en traerlos, mientras que en Amazon lo pido y el único requisito es que tengo que estar en casa cuando vienen.
También se pueden confundir como pasó con Clarissa la primera vez que lo pedí, me lo trajeron en alemán. Supongo que no me daría cuenta pero no me importó, se lo regalé a Beatriz que estoy segura de que le gustará. 
Hay otra librería en Las Arenas, en la calle Negubide, al lado del restaurante chino Mandarín en donde tienen muchos libros, es fácil encontrar lo que quiero, pero no se puede aparcar fácilmente. 
En Artea, el centro comercial, hay una especie de Fnac pequeñito al que ni entro porque solo tienen cuatro cosas, parece que solo les interés vender portátiles de Apple.

Lo bueno de encontrar un autor como Stefan Zweig es que tengo la seguridad de que voy a estar entretenida durante una temporada.





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