viernes, 22 de noviembre de 2019

DOS MIL NOVECIENTOS SETENTA Y CUATRO









Antaño tuve dos sueños premonitorios.
Ambos eran claros y estaban relacionados con los asuntos que tenía entre manos en aquellos momentos.
Ayer tuve un sueño que me gustaría que fuera premonitorio, porque lo de poner orden en la casa y deshacerme de todo lo referente a mi vida cuando me dedicaba a pintar y a hacer exposiciones, me está volviendo loca.
No sé qué hacer con los cuadros, las telas, las carpetas con dibujos, las cajitas de cartón, los barnices, los catálogos...
De los cuadros que estaban en el trastero solo quedan las telas, ya que los bastidores se llenaron de polilla y Jose Ignacio tuvo que deshacerse de ellos y las tengo en casa, algunas craqueladas.
No es fácil manejar los materiales referentes a la pintura, requieren cuidados especiales y en cuanto me descuido se estropean.
En el sueño, no sé cómo ni por qué, alguien me sugirió que llevara todo lo que quisiera vender a una empresa llamada Herranz (sic) en donde se encargarían de hacerlo.
No soy supersticiosa pero supongo que llevada por mi necesidad de resolver este problema, he indagado en Google y he encontrado una empresa madrileña llamada Herranz que se dedica a la enmarcación.
Nada que ver con lo que yo estoy buscando, pero no descarto la idea de que se materialice un hada que se compadezca de mi, que estoy débil y se ocupe de poner al día todo lo que queda de mi antigua profesión.
Mi hijo pequeño que es artista y está muy involucrado en el mundo del arte, me recomendaba hace tiempo que hiciera una exposición antológica exhibiendo obra de todas las series en las que he ido trabajando a lo largo de mi vida.
No era el momento ni creo que sea nunca.
Aparte de mi debilidad actual y del trabajo que eso podría suponer, lo que de verdad imposibilita ese proyecto es que he perdido el entusiasmo.
El único artista plástico con quien hoy en día me siento identificada es Daniel Buren y yo ya pasé mi época de rayas.

















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