sábado, 6 de octubre de 2018

DOS MIL QUINIENTOS VEINTISIETE







Realmente impresionada por la película Girl.
Además de ser un gran film y estar hecho con una gran delicadeza, toca un tema que me emocionó porque me acordaba todo el tiempo de Cheta Ortuondo, una gran amiga a quien conocí en Yoko Lenon’s, ya desaparecida discoteca de Bilbao.
Se encontraba en Zabalburu, y yo iba todas las noches ya que durante aquella época padecía de insomnio.

Chus era un chico muy alto y delgado, psicólogo, inteligente, sensible, cariñoso y casi desde que nos conocimos empezamos a vernos durante el día.
Me contó que deseaba con todas sus fuerzas ser una mujer.

Grande fue mi sorpresa cuando me propuso hormonarme con él, decía que haciéndolo juntas sería más divertido.
No fui capaz de reaccionar, era la primera vez que recibía esa clase de oferta y aunque le quería mucho y no deseaba defraudarle, no me quedó más remedio que decir que no.

Él, no obstante, empezó a hacerlo y pronto se convirtió en una espléndida mujer que con su pelo rubio, sus tacones, falda tubo y un pecho bien formado, llamaba la atención allá donde se presentara. 
Al llegar el verano íbamos a la playa y a la vuelta nos duchábamos y nos arreglábamos en mi casa.
Ella tardaba muchísimo y cuando yo ya estaba preparada y le decía que era muy lenta, me contestaba:

Blanqui, que no es fácil ser mujer, ten paciencia.

Cuando las dos estábamos preparadas, ella quería ir a los bares de las Arenas a ligar, no se imaginaba que en los bares de las Arenas no se ligaba, la gente tomaba copas y ni se molestaba en mirarla.

Pronto dejó de querer salir en Las Arenas y prefirió ir a Bilbao, en donde me dio a conocer algunos bares que abrieron mis ojos hasta tales extremos, que comprendimos que no estábamos hechas para salir juntas, por lo menos a los bares.







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